PRIMERA MISA EN LA ARGENTINA
Antonio Caponnetto
(Escrito en el 2010)
Javier Ordoñez
Monumento donde se rezó la primera misa en La Argentina en 1520.
El 1º de abril de 1520, en el actual Puerto San Julián, provincia de Santa Cruz, se celebró por vez primera la Santa Misa en lo que es hoy nuestro territorio nacional. Era entonces ese día la festividad del Domingo de Ramos. La orden fue impartida por Hernando de Magallanes, y el celebrante fue el sacerdote español, nacido en Écija, Pedro de Valderrama.
Si creemos que la historia es Cristocéntrica, si afirmamos que Jesucristo es el eje de la Historia y que los siglos giran a su alrededor, éste es el día en que nació la patria argentina, sin mengua de recordar siempre el 12 de octubre de 1492, cuando se inauguró la gran nación hispanoamericana.
En este año 2010 se cumplen 490 años de esta primera misa, y mucho nos tememos que la fecha pase casi inadvertida, en medio de un sinfín de festejos mendaces sobre el Bicentenario. Entre esas mendacidades, precisamente, es la mayor sostener que el 25 de Mayo de 1810 nació la patria, segregando esta fecha y su sentido de toda raíz hispánica y católica. Tal la postura oficial del ideologismo liberal y marxista.
La patria argentina, hablando con propiedad, tiene esta olvidada y traicionada fecha de origen: 1º de abril de 1520. El día en que por primera vez –en un sitio patagónico al que todavía rememora un austero monumento- Cristo Jesús se quedó con nosotros perpetuamente en el Sacramento Eucarístico.
A 490 años, la Divina Providencia ha querido que la efemérides coincida con el Jueves Santo, solemnidad en la que celebramos justamente la institución de la Eucaristía. Inmejorable ocasión para agregarle al festejo sacro el recuerdo de la carta fundacional de La Argentina.
Todo es sur en la tierra, en el mar o en el aire, Todo es sur sobre el agua, la garza fugitiva, Loberías insomnes ven llegar cinco naves, La Nao Capitana lleva anclada en su casco, Bajan aquellos hombres como bajan los héroes, Magallanes, quien sabe, si cayó de rodillas, Como aquel que bendice los soplos de los vientos Imagino los brazos que acarrearon las piedras, Pedro de Valderrama se reviste despacio, Contritos, genuflexos, marinos o soldados, Algo que ahora llamamos lágrimas de alegría |